miércoles, septiembre 14, 2005

Por hablar con el Dr.


Acabo de tener una platica muy interesante con el Dr. y me conto de Saramago, le conte de mi inspiracion, y filosofamos... me quede pensando... en Saramago y busque... y esto fue lo que encontre:

Vivimos para decir lo que somos

Nos estamos volviendo masa, nos estamos volviendo número, nos
estamos volviendo anónimos, no se habla del señor o la señora fulano
o fulana, se habla de personas, de seres, individuos que hacen parte
de una masa que consume o no consume, que gasta o no gasta.

El nombre que tenemos sustituye lo que somos. Si le preguntas a alguien quién es, responde yo me llamo fulano, y eso pasa a ser todo: no sabemos nada de esa persona. El nombre no es más que una especie de muro no voluntario que impide saber quién es el otro. Los nombres que tenemos son cada vez menos importantes. Lo que hoy cuenta verdaderamente en el sistema que nos gobierna, y que no sabemos identificar bien, es el número de la tarjeta de crédito. Todo lo que tú hagas y sientas hoy se puede deducir de un número: se te define. Yo me llamo José Saramago, mi nombre completo es José de Sousa Saramago, ya casi se me olvidó que me llamo de Sousa porque el nombre por el que me conocen es José Saramago. Pero eso qué es, eso no es nada, yo no sé quién soy. Y lo que yo estoy tratando de hacer es saber quién soy finalmente, porque decir que soy José Saramago no sirve.

Las palabras y las cosas


Una novela para mí, es como una puerta que se abre y luego se cierra.
No soy nada romántico. No creo que en las noches las ideas fluyan con más facilidad ni creo en los amaneceres inspirados. Trabajo entre las tres y las siete de la tarde, o entre las cuatro y las ocho, y siempre me digo que escribo porque almorcé y ceno porque escribí. No creo en la inspiración, sino en el trabajo. La rutina no es mala si uno sabe exigirse. A una novela le dedico el tiempo que ella requiera. Por lo común ocho o diez meses son suficientes para un libro de 400 páginas.
Eso de sentarse a escribir una novela es algo terrible. Cuando tomo esa decisión, eso sí, no me detengo hasta el final, pero cada vez pospongo más el día en que debo comenzarla. Por lo general, ando uno o dos años con la idea en la cabeza. Lo normal es que durante ese tiempo yo esté escribiendo otro libro y entonces me contento con hacer apuntes de la obra que escribiré después. Cuando al fin decido hacerlo, esa idea ya maduró lo suficiente, sé bastante acerca de mi historia, pero tengo un conocimiento que no se cierra a lo que pueda surgir de la manera más inesperada. Un crítico dijo en una oportunidad, y tenía razón, que mi escritura es desprogramada. El camino no se escoge nunca de antemano.
Ambos textos son de Jose Saramago *Portugues*

Interesante el saber que mientras que el no cree en la inspiracion sino en el trabajo, yo ando buscando la mia, viene muy adoc a la conversacion de hoy... y bueno, mientras encuentro a Lanzarote le reitero... fue un placer Dr. y hasta pronto!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribir un diario es como mirarse en un espejo de confianza, adiestrado para transformar en belleza la simple y natural apariencia o, en el peor de los casos, tornar soportable la máxima fealdad. Nadie escribe un diario para decir quién es. Con otras palabras, y finales, la cuestión central siempre suscitada por este tipo de escrito es, así creo, la sinceridad.
La mirada del espejo.
Me atengo, por tanto, al riesgo de falta de sinceridad por buscar su contrario.
Sea como sea, que los que lo lean se tranquilicen: este Narciso, que hoy se contempla en el agua, deshará mañana con su propia mano la imagen que lo contempla.
Isla de Lanzarote, febrero 1994
José Saramago

Cara Carmina dijo...

Muchas gracias!, como siempre, ud. siempre en el momento y lugar preciso... como le hace Dr.?

Quid pro Quo

Jesus Torrivilla dijo...

Saramago, un vendido, un hipócrita, entra en el saco de los escritores comprometidos que se llevan como regalo un Nobel. Se cree Paulo Coelo y no le imita la habilidad para escribir bestsellers y entonces tiene que correr a lamer botas para ganarse los verdes. Farsante.

Chao pájara, te sigo leyendo.

Anónimo dijo...

Sin afán de polemizar la opinión de "el caporal de esta hacienda", se equivoca rotundamente, basta con leer dos veces su comentario.